Desde hace más de un año mi auto presentaba una falla eléctrica que hacía que se quemara un fusible.
Lo llevé al electroauto, el electricista le hizo mantenimiento al motor del ventilador, cambió cables y arregló otras cositas. Mejoraron algunas cosas pero la falla seguía. Nuevamente lo llevé y el señor le arregló un cable que estaba con problemas. Me fui feliz pensando que ya todo estaba bien pero la falla se presentó otra vez a los dos días.
Ya incómoda por la situación mi mamá me sugiere que le pida a Dios que de la sabiduría para llevarlo al electricista correcto, y que Dios indique dónde está la falla. Al día siguiente, bien temprano, llegué al taller y le dije al mismo electricista: “Qué Dios te de la sabiduría para encontrar esta falla”. Esta vez, él se dedicó a revisar los cables cuidadosamente uno por uno, hasta que encontró un cablecito pelado que pegaba con el metal del carro de vez en cuando. ¡Gloria a Dios! Esa era la falla.
Cuántas veces en nuestra vida tenemos una falla, pequeñita, que hace corto circuito, no todos los días, sino de vez en cuando. Oramos, y pedimos a Dios que nos limpie de ciertos pecados, pero aquella falla, vuelve a presentarse cuando menos lo esperamos. Sin embargo, es tan peligrosa que pudiera quemar nuestra vida, o acabar con tu matrimonio, o hacer que termine una relación interpersonal, tal como quemaría el motor un cablecito en mi auto. Si tú oras por limpieza y restauración (cambias el fusible) pero sigue ocurriendo la falla, te recomiendo que ores, pidiendo al Espíritu Santo que te revele dónde está el origen de ese problema que te quita la paz, o te hace enojar, sacar humo por las orejas, o te hace caer en tentación, o tal vez, ser indiferente con alguien a tu alrededor. Termino con las palabras que le dije al electricista:
¡Qué Dios te de la sabiduría para encontrar esta falla”.
Por Mery Bracho.
foto cortesía de brainloc
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